Por Artemi Soler Garcia

Si bien el primer contingente de guardias civiles llegó a Canarias el 21 DE NOVIEMBRE de 1898, fue el 15 DE ENERO DE 1899 cuando la Guardia Civil inició de forma oficial los servicios en Canarias, en todos los puestos

Acabamos pues de cumplir los 125 AÑOS DE LA GUARDIA CIVIL EN CANARIAS, durante este tiempo, este cuerpo, como en el resto de España, gracias a sus guardias civiles, ha dado muestras en Canarias de ser merecedora del término BENEMERITA, y de ser, como dijo su fundador, el Duque de Ahumada, UN PRONOSTICO FELIZ PARA EL AFLIGIDO.

Tras varios intentos infructuosos para el establecimiento de la Guardia Civil en el Archipiélago, finalmente la oportunidad, sin embargo, se presenta con ocasión de un aumento de fuerza en el Instituto, previsto en el presupuesto de Guerra para el año económico de 1898, y que se materializa en una Real Orden de 1 de julio de ese año que, entre otros cambios orgánicos, crea la Comandancia de Canarias. Acontecimiento que sucede durante la regencia de la reina doña María Cristina de Habsburgo.

Otra Real Orden de ese primero de julio, dirigida al Capitán General de las Islas y al Director General de la Guardia Civil, contiene las primeras instrucciones para la puesta en servicio de la nueva comandancia, continuando la Guardia Provincial en el desempeño de sus funciones, entretanto, pero sin admitir nuevos ingresos. Su disolución se producirá una vez se complete la instalación del Instituto en el Archipiélago, dándose opción a la tropa del antiguo Cuerpo al ingreso en la Infantería o Caballería del nuevo, según su procedencia, si bien aquellos que sean admitidos habrán de comprometerse por un plazo mínimo de dos años. Aún han de pasar cinco meses para que los primeros puestos de la Benemérita.

El primer contingente de guardias civiles llegó a Canarias por el puerto de Santa Cruz de Tenerife el 21 DE NOVIEMBRE de 1898, 54 años después desde que en 1844 se iniciara el despliegue de la Guardia Civil por todo el territorio peninsular.

Una vez equipados y armados en condiciones de iniciar su cometido, al mando del comandante Fenech, el día 5 DE DICIEMBRE se inicia la prestación de sus servicios por la Guardia Civil, en Santa Cruz, La Laguna, Orotava e Icod, en la isla de Tenerife.

Posteriormente, EL 31DE DICIEMBRE DE 1898 marchan desde Tenerife a Gran Canaria el 2º teniente don Francisco Amat García y 11 individuos de tropa, siendo los primeros guardias civiles que se establecen en Gran Canaria, constituyendo el puesto de Las Palmas, que en un primer momento comprende la citada ciudad y el Puerto de La Luz.

Aunque sorprenda, la Guardia Civil se establece en Lanzarote antes que, en Gran Canaria, si no oficialmente, en la práctica sí que llega con anterioridad. Días antes del 24 de diciembre de 1898 se encuentran ya en Arrecife tres parejas del Cuerpo, que habrán de constituir el puesto único en la Isla al mando del cabo Antonio Fernández González

La Guardia Civil inició oficialmente los servicios en Canarias, en todos los puestos, el 15 DE ENERO DE 1899. Eran 140 hombres de tropa, 110 de Infantería y 30 a caballo, los primeros repartidos por todas las islas e integrados en una compañía y los segundos agrupados en una Sección. Fueron los pioneros en el largo recorrido de más de un siglo, en el que, al igual que en toda España, la Guardia Civil del Archipiélago se ha ganado día a día el reconocimiento y el afecto de las gentes.

Por suerte la conflictividad en general, y la laboral en particular en aquellos tiempos, en Canarias, aunque preocupante en algunos momentos, no era comparable a la de otros lugares del territorio español. La inexistencia de grandes masas de trabajadores y otros factores, como la falta de organizaciones gremiales fuertes o el talante más bien pacífico del isleño, favorecieron un clima de paz laboral, no exento de algunas convulsiones, en las que necesariamente la Guardia Civil se vió inmersa.

Motivo de conflicto en los primeros años, específico del Archipiélago, fue el problema de la división provincial, en la que se batieron políticos de una y otra islas principales, en tanto que la prensa, desde ambos lados, caldeaba aún más la situación, y así hasta 1927 cuando se constituye en provincia el grupo de islas orientales. Como ejemplos podemos citar, los graves incidentes habidos en Santa Cruz de Tenerife entre los días 25 y 27 de junio de 1903 al anunciarse el proyecto del Ministerio de la Guerra de supresión de la Capitanía General y la creación de Gobiernos Militares en cada una de las dos islas principales, de tal magnitud que obligó a concentrar fuerzas en aquella isla hasta el 6 de julio. Los desórdenes en Las Palmas, los días 10 y 11 de abril de 1910, ante la suspensión de una Real Orden por la que se dividía la Jefatura Provincial de Obras Públicas; más graves fueron los ocurridos, también en Las Palmas, los días 29 y 30 de mayo de 1911 ante el aplazamiento en las Cortes a la solución del llamado pleito insular, de tal magnitud que en la noche del segundo de esos días la Guardia Civil tuvo que hacer disparos, sin que se produjesen bajas.

La prensa, y no solo la isleña, también jugó su papel en el pleito entre islas. A partir del año 1907 se produce la aparición de una serie de artículos en la revista “El Ejército Español” de Madrid, en los que, bajo el repetido título de “La Guardia Civil en Canarias”, denuncia los problemas y carencias del instituto y de su personal en el Archipiélago, y acaba en todos ellos recabando la creación de dos comandancias, una en cada grupo de islas. Estos comentarios, que cierto periódico de Las Palmas se cuidaba de reproducir, por coincidir o al menos favorecer las pretensiones de los divisionistas, se prodigaron hasta finales de 1915, y algunos de ellos aparecieron, y no por casualidad, en los momentos de mayor tensión política por esta causa, como fueron los años 1911 y 1912.

Lograda la división provincial,  aún quedaban rescoldos de la situación anterior, y tal es así, que el solo  rumor de la supresión de la escala de un trasatlántico en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, a favor del  de la Luz en la isla de Gran Canaria,  dio lugar en la primera de las ciudades, los días 24 y 25 de noviembre de 1930, a manifestaciones tan violentas  que la Guardia Civil debió hacer uso de sus armas con resultado de un muerto y siete heridos, entre los manifestantes, y cuatro guardias heridos.

En otro orden de cosas, muchas fueron las intervenciones con ocasión de elecciones, municipales o al Congreso, pero entre todas hubo una en particular que por sus lamentables consecuencias no debe omitirse. Es de los pocos hechos ocurridos en las Islas, aparte de la llegada a Canarias de la Guardia Civil en 1898 y la creación de dos comandancias en 1927 y algún otro, que aparecen en algunas de las Historias publicadas sobre este instituto. Ocurrió el 15 de noviembre de 1911. Se repetían elecciones en un determinado colegio de Las Palmas y al cierre del mismo, una masa de obreros portuarios llegada a las inmediaciones de aquel, al rumor de que había sido preso el Sr. Franchy Roca, político que les lideraba, promovió tal alteración que el Teniente que mandaba la fuerza, sintiéndose agredidos, ordenó hacer fuego contra los obreros causando seis víctimas mortales. La convulsión social fue tremenda.

El período entre los años 1910 y 1923 fue un tanto agitado; se suceden huelgas en ambas capitales de islas, algunas de cierta dureza y obligada intervención policial, las más importantes en el sector portuario ( carboneros, estibadores, marineros, etc) en busca de mejores condiciones de trabajo o en queja por incumplimiento de las casas consignatarias. En ocasiones la solidaridad de otros sectores condujo la conflictividad a mayores cotas e incluso a huelgas generales, pero en todo caso, y pese a la violencia habida a veces, la situación era controlada por las fuerzas policiales, particularmente por la Guardia Civil, que, en períodos de 1910, 1911 y 1912   contó, además, con el apoyo de una Sección Montada venida desde la Península ante el cariz de los acontecimientos. Le siguen otros conflictos y huelgas en sectores como la agricultura y la construcción, pero que se resolvían siempre mediante negociaciones.

Instalada la dictadura del General Primo de Rivera, los incidentes laborales fueron pocos y de escasa entidad, pero, aun así, el 3 de junio de 1925 y el 16 de noviembre de 1926 hubo de concentrarse en Santa Cruz fuerza de los puestos de Tenerife para mantener el orden en los muelles ante los incidentes promovidos por los portuarios. Es también en este período político cuando se inicia una nueva etapa de la Guardia Civil en las Islas.

Consecuencia de la división provincial en 1927, la Comandancia de Canarias dio paso a otras dos, cuyas jefaturas se ubicaron en las respectivas capitales. La de Las Palmas, de nueva creación, pues la de Santa Cruz de Tenerife resultó de la reconversión de la ya existente, empezó su andadura el 1 de noviembre de 1927 con 98 hombres de tropa y 14 puestos, en tanto que la del grupo occidental contaba con 134 y 19 puestos. Esta reorganización supuso también la supresión de la Sección de Caballería, que había sido creada a finales de 1919, tras la insistente demanda de reposición de la suprimida  en junio de 1903. A cambio, las compañías fueron mixtas.

Ambas comandancias en un principio estuvieron exentas de un mando inmediato superior, hasta que el 28 de marzo de 1936 se crea el 24 Tercio, con sede en Santa Cruz de Tenerife, al mando de un Coronel. Desde entonces, y hasta hoy, existe un mando único para el Archipiélago, estando previsto que en breve tiempo sea ejercido por un General, por haber sido elevado a la categoría de Zona el anterior Tercio.

Con la caída del General y el posterior advenimiento de la II República resurgió en Canarias el movimiento obrero, esta vez y al igual que en el resto de España con gran virulencia y con importante participación de los hombres del campo. Las huelgas, incidentes  e incluso algunos atentados con explosivos, que nunca pasaron de causar serios destrozos, constituían algo habitual, siendo el año 1933  muy especial, no solo por las 69 huelgas  habidas, sobre todo en las dos islas mayores, sino  por los graves sucesos de Hermigua, en la isla de La Gomera, donde los obreros en paro  provocaron una huelga general muy violenta, hasta el punto de que el 22 de marzo, un cabo y un guardia, tras ser interceptados  por un grupo de aquellos,  acabaron siendo brutalmente agredidos y muertos, además de un tercero herido grave. Los autores de los hechos fueron condenados a durísimas penas, cinco de ellas capitales.

La conflictividad continuó en los años siguientes, pero fue en 1936, a raíz del triunfo del Frente Popular el 16 de febrero, cuando la situación laboral empeoró considerablemente; valga el dato de que solo en el primer trimestre de ese año se produjeron en las islas 39 conflictos laborales. Desde entonces y hasta julio los desórdenes y atentados se prodigaron aún más, y con particular incidencia en el sector agrario, siendo obligadas y frecuentes las concentraciones de fuerza por ese motivo. Algo parecido, quizás a menor escala, a lo que ocurría en el resto de la Nación hasta que se produjo el alzamiento militar el 18 julio del 1936, al que Canarias se incorporó de inmediato, sin que faltaran posturas contrarrevolucionarias pronto reprimidas.

En los primeros momentos la actitud de cada una de las Comandancias fue diferente, pues mientras la de Tenerife, con la única excepción del Brigada Comandante de Puesto de Vallehermoso en La Gomera,  se incorporaba  a los sublevados, en la de Las Palmas sus Jefes  respaldaban  al Gobernador Civil desoyendo los requerimientos que el propio General Franco les hacía desde el Gobierno Militar de la Plaza; luego, muy poco después,  se unirían a los militares  pero  ello no les libró de ser sometidos a Consejo de Guerra y condenados,  a largas  penas de prisión dos Comandantes, el Segundo Jefe y un recién ascendido a ese empleo, y a la de muerte, que le sería conmutada después, el Teniente Coronel  Primer Jefe.

A lo largo de la contienda hubo oficiales en ambas comandancias que  marcharon voluntarios al frente, llegándose en ocasiones a una  preocupante falta de mandos subalternos; otros,  en cambio, simultanearon el  que ejercían con la delegación gubernativa en sus respectivas demarcaciones; y sin olvidar algunos retirados  que fueron reclamados, unas veces habilitándoseles para el mando eventual de unidades territoriales y otras designándoseles para distintos cargos de responsabilidad en aquel período, cuyo caso más notable fue el del TCOL don Juan Egea Urraco, siempre vinculado a Canarias en sus distintos empleos y  el primero de los jefes que tuvo  la nueva Comandancia de Las Palmas.

En cuanto a las clases de tropa, estas permanecieron en las islas en su peculiar función, además de estar a las órdenes del Comandante Militar del Archipiélago, distribuidas en puestos y destacamentos. Estos últimos se crearon a instancia de dicha autoridad en todas las islas, en núcleos de población carentes de aquellos. Estaban compuestos, al menos, por dos guardias civiles con los que colaboraban activamente paisanos simpatizantes con la nueva situación, además de contar con la imprescindible ayuda de los respectivos ayuntamientos. Algunos de ellos, al concluir la contienda y dentro de la reorganización del Cuerpo habida de enero de 1941, se transformaron en puestos permanentes de la Guardia Civil.

Ya en la posguerra, y con un régimen fuerte y autoritario, no cabe hablar en Canarias de conflictividad en el sentido de desórdenes públicos notorios y ni siquiera existió la figura del llamado maquis o bandolero; al igual que en el resto del país la Guardia Civil está al servicio de la nueva situación, que, sobre todo y en los primeros años, se caracteriza por un riguroso control del orden  y una intensísima  labor informativa,  que para las comandancias supone la continua e intensa emisión de informes político- sociales, además de otros tantos sobre la Ley de Tasas, el control de precios, etc. Y así transcurren muchos años, en una labor discreta, no por ello carente de eficacia, y sin alteraciones graves del orden.

Es curiosa y nada conocida   la modesta colaboración de la Guardia Civil de Canarias, en las medidas adoptadas en el archipiélago ante la amenaza de ocupación por los Aliados, durante la II Guerra Mundial, en caso de que España se decantara del lado de las naciones del Eje. La distribución de unidades militares y fortificaciones en cada isla se complementó con la creación de destacamentos mixtos de cuatro o cinco hombres (guardias y soldados) en puntos de la costa y en misión preferentemente de vigilancia. Nos consta que, entre los meses de julio de 1941 y junio de 1943, los hubo en las tres islas orientales, las de más fácil orografía, sin descartar por ello que los hubiera en las restantes, sobre todo en Tenerife, la de mayor superficie.

También en este período bélico fueron frecuentes los servicios encomendados expresamente a la Guardia Civil en los muelles de las islas, para garantizar las operaciones de descarga y aprovisionamiento, a la llegada de barcos procedentes, sobre todo, de Argentina gracias a los cuales se sobrellevó el bloqueo internacional al que fuimos sometidos.

Un hecho lamentable tuvo lugar el 3 de agosto de 1941 en el pueblo de Santa Brígida (Gran Canaria), cuando cuatro guardias civiles, dos de ellos de servicio y los otros dos, del puesto de Tafira, uno de uniforme y el otro de paisano, se ven inmersos en unos incidentes con paisanos a los que se maltrata, provocados por los efectos de la bebida en los dos últimos citados. Un altercado que se prolonga y que da lugar a que, sucesivamente, se personen dos oficiales del Ejército, allí residentes, que tratan de dominar la situación, resultando uno de los tenientes herido de bala y el otro muerto.  Tte Franciso del Rio Falcon. El día siete se celebra el Consejo Sumarísimo de Guerra en el que se condena a muerte a dos de ellos y a varios años de prisión a los otros dos. Es lógico imaginar el ambiente entre sus compañeros, y el malestar que hubo por la celeridad para su aprobación, lo desagradable que resultó para el mando designar al personal que en la mañana del día siguiente debía integrar la compañía reducida para la ejecución, y, sobre todo la amargura y el dolor de los que debieron cumplir la desagradable orden de fusilamiento.

Problema específico en Canarias a finales de los cuarenta, y con el que hubo de bregar la Fuerza, fue la emigración clandestina, sobre todo a Venezuela, en pequeños barcos de pesca o cabotaje, que al amparo de la noche y desde cualquier punto del litoral, o burlando los despachos obtenidos, partían con numerosas personas en sus bodegas, algunas venidas expresamente desde la Península, y la mayor parte de las veces hacinadas. Muchas fueron las intervenciones impidiendo o abortando ese tráfico ilícito. Tampoco faltó la anécdota: el 7 de julio de 1949 el motovelero Arroyo partió desde Santa Cruz de Tenerife llevándose a bordo a la pareja de guardias civiles que había tratado de impedirlo; a la llegada al otro continente uno de ellos pidió ser repatriado, no así su compañero que, cuentan, logró hacer fortuna.

Durante la vigencia del régimen establecido por el General Franco no faltaron en el Archipiélago actividades en su contra desde la clandestinidad, pero es a partir del 65 cuando  aparece el MPAIAC, movimiento separatista canario de  poca entidad y mínimo apoyo popular.  A la muerte del Jefe del Estado, este grupo empezó a mostrarse más activo, hasta llegar a practicar un terrorismo de baja resonancia, mediante la colocación de pequeñas cargas de explosivos, como fue la del 27 de marzo de 1977 en el aeropuerto de Gando (Gran Canaria), que obligó al desvío de aviones hacía el de Los Rodeos (Tenerife), propiciando que en sus pistas se produjera una gran catástrofe.

La Guardia Civil en Tenerife,  entre los días 7 y 15 de abril de 1978 y en una operación tan rápida como contundente  procedió a la detención de 23 supuestos activistas, siendo otro capturado  en Las Palmas, con lo que se culminó la desarticulación del grupo; no obstante y siempre provocados por un mismo individuo, identificado pero no capturado, en los meses de junio y julio de 1978 hicieron explosión pequeños artefactos en los exteriores de algunos edificios  oficiales, uno de ellos, el 14 de junio, en el acceso a la Casa cuartel  del Puerto de  La Luz, en Las Palmas, que solo produjo  escasos daños materiales.

Hasta la actualidad son y han sido muchas y continuas las actuaciones de la Guardia Civil, calladas, discretas, y siempre al servicio de los ciudadanos. Se está en el buen camino de la eficacia y del mejor servicio a la ciudadanía: para ello se cuenta con mujeres y hombres cualificados y dispuestos, y con el apoyo de unos medios técnicos adecuados, aunque nunca suficientes, para su gestión. La sociedad canaria, aunque demanda que la Guardia Civil cuente con más recursos, tanto humanos como materiales, sabe y valora satisfactoriamente el quehacer de esta institución.

No hace falta inventarse falsos centenarios o bicentenarios. No se ha sabido “vender la moto”, y, lamentablemente hemos perdido, o no hemos sabido gestionar la oportunidad de haber celebrado y organizado como es debido los 125 AÑOS DE LA GUARDIA CIVIL EN CANARIAS, este Archipiélago tal y como la Guardia Civil y sus miembros, se lo merecen. No obstante, nunca es tarde para ese reconocimiento que ha de ser continuo y no solo en fechas concretas.

GRACIAS, GUARDIAS CIVILES.

 

FUENTES: Archivos y artículos varios del Coronel de la Guardia Civil D. Artemi García Robayna

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